Esas palabras fueron ordenes para Samuel que utilizando su propio impulso más el balanceo de la mecedora doblaba la intensidad y velocidad de su acometidas dentro del cuerpo de Amelia. Ella solo pudo dejarse llevar era demasiadas las sensaciones que sentía, el cuerpo de Samuel bajo el suyo, fuerte y tenso por el ejercicio, su miembro entrar y salir de su cuerpo, sus manos una rodeándole una nalga mientras que la otra se encargaba de su clítoris, robándole con cada movimiento suspiros de placer, y finalmente su boca jugando con un pezón inhiesto por el deseo. Cuando noto que estaba a punto de llegar a su propia perdición Amelia agarro aquellos cabellos oscuros y tiro de ellos para atrás y se apodero de la boca que tanto placer la había dado momentos antes.
Y así alcanzaron los dos juntos el clímax, envueltos por el sonido nocturno de una ciudad ajena a lo que acaba de ocurrir en esa terraza donde dos cuerpos desnudos estaban siendo asaltados por los últimos resortes de un momento de pasión.
Amelia nunca había hecho nada remotamente parecido en sus 25 años de edad, a lo que había hecho en tan solo un día, ni eso tan siquiera que solo eran horas.
Al sentir de nuevo el frio aire de la noche Amelia se estremeció y busco cobijo en el abrazo de Samuel.
- Deberíamos entrar, empiezas a notar el frio - Se levantaron con esfuerzo, y cuando Amelia se tambaleo Samuel la cogió en brazos – así creo que mejor ¿no?
- Se me ha dormido la pierna, ahora están las hormiguitas haciendo su trabajo – dijo sin reprimir la sonrisa por el corretear que notaba en la pierna.
- Ya estamos dentro, ¿puedes caminar?
- Sí, creo que sí.
- Voy a la cocina a por un vaso de agua ahora enseguida nos vemos – le dijo dándola un beso en el pelo.
Amelia se dirigía a la habitación, siento por primera vez en toda la noche la sensación de ¿qué voy a hacer ahora, qué hago? Se metió en la cama y se tapo para esperar a Samuel, pero el sueño la venció. Samuel la encontró envuelta en las sabanas que horas antes fueron un estorbo y que ahora cubrían su hermoso cuerpo. Se acomodo a su lado pegando su cuerpo a espalda y glúteos, nunca se había sentido tan necesitado de contacto como se sentía después de haberla conocido.
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