En esta posición Amelia se dio cuenta de la gran ventaja que tenia, nunca antes se había atrevido tanto con cualquiera de sus otros amantes, siempre se dejaba llevar, nunca tomo la iniciativa. Pero con Samuel era distinto, su cuerpo le pedía cosas que nunca se hubiese imaginado.
Quería saborear toda su piel, recubierta por el brillo perlado del sudor que sus cuerpos habían generado en el fulgor de la pasión. Siguió con los ojos una gota que empezada en su cuello y se deslizaba hacia su pecho, con una sonrisa de lujuria miro a Samuel a los ojos y fue descendiendo para capturar esa gota que jugaba sobre su piel. Él la miraba esperando su siguiente movimiento y cuando noto su lengua jugando en su cuello y bajando hacia su pecho cerró los ojos, suspiro y se limito a quedarse quieto y dejarse llevar por lo que Amelia tenía preparado para él.
La lengua de Amelia regreso a la mandíbula y labios de Samuel por el otro lado del cuello, saboreando el sabor del hombre que estaba ahora a su disposición. Sin creerse aun lo que acababan de hacer Amelia se dejo llevar. Llego a los labios del hombre, pero al notar que el levantaba la cabeza para que sus labios se encontrasen ella se retiro lo justo para que no se rozasen esbozando una sonrisa al oír el gruñido que salió de la garganta de Samuel.
Enmarco esa cara dura y fuerte con sus manos, mirando los ojos más dulces que había mirado nunca, de un verde profundo que invitaba a perderse en lo que una sonrisa torcida insinuaba, el más puro y salvaje placer. Sin pensarlo más Amelia junto su boca a la suya, provocando que su cuerpo entrase en llamas al sentir de nuevo esos labios y la ferocidad con que la reclamaban.
Estaba en mitad de un beso abrasador cuando se noto volar literalmente. Cuando abrió los ojos descubrió que no volaba, al menos literalmente, sino que estaba siendo llevaba por un par de musculosos brazos a lo largo de la habitación.
- ¿A dónde vamos? Pregunto intrigada pero con acento pícaro, mientras acariciaba con un dedo el pecho de Samuel.
- Ahora enseguida lo sabrás – le dijo dándola un beso en la nariz -, solo te puedo asegurar que veras las estrellas...
Y con esta promesa Samuel siguió andando con Amelia en brazos, ¿hacia dónde? Solo la cabeza de Samuel tenía la respuesta y que dentro de poco Amelia descubrirá.
Iban pasando de habitación en habitación, y los ojos y cabeza de Amelia no paraban de observar y evaluar lo que la iba a ocurrir. Cuando llegaron al salón Amelia no pudo evitar un estremecimiento al pensar que la poseería en el sofá salvajemente, pero su sorpresa fue verlo pasar delante del sofá si vacilar hacia la zona de las puertas acristaladas, que conducían a la terraza.
- Tranquilízate, no tengas miedo confía en mí – la dijo Samuel cuando noto que se puso tensa por lo que iba a pasar.
- ¿Cómo quieres que me tranquilice?, no iras a hacer lo que yo creo ¿no?
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