Samuel se detuvo con una mano en el trasero de Amelia y otra sujetando el pomo de la puerta.
- ¿De verdad quieres que me pare ahora?
- Si...- respondió escondiéndose en el hueco de su cuello.
- Mírame, mírame a los ojos Amelia y dímelo, dime claramente no quiero seguir.
Amelia negó con la cabeza, “como era capaz de ponerla en esta situación”, “lo odio”...pero ese pensamiento se desvaneció cuando levanto la cabeza dispuesta a enfrentarse a Samuel, y dejarle claras unas cuantas cosas. La estaba mirando con ternura y preocupación, no estaba preparada para lo que vio.
- Samuel... – empezó, “¿pero cómo seguir?, ¿qué decirle, si en el fondo deseaba descubrir lo que la tenía preparada? – Samuel, no sé qué decirte...
- Hagamos un trato, - le dijo mientras sonreía – si no quieres que sigamos, simplemente apártame de ti, pero si quieres continuar, demuéstramelo.
- Eres un.... – le dijo mirándole con el ceño fruncido pero con una sonrisa en la boca.
- Y te encanta – contesto soltando una carcajada, que pronto ahogo, cuando sintió su mano apretando su miembro.
- Y veo que a ti eso...
- Estas jugando con fuego pequeña, si no quieres quemarte es mejor que pares.
- Ya tengo el agua preparada para el incendio, ¿me ayudaras a extinguirlo?
Sin decir nada más Samuel poseyó su boca ferozmente, sin darles tiempo a ninguno de los dos a pensar en otra cosa que no fuera el placer mutuo. Abrió las puertas sin despegar sus labios y dirigiéndose a la mecedora que se había comprado como capricho. Se sentó con cuidado para no hacerla daño.
- Creo que al final he encontrado una utilidad a esta mecedora – dijo con una de sus sonrisas.
- Ah ¿sí, y cuál es esa utilidad?
- Para disfrutarla al máximo señorita deberá pagar su pasaje.
- Vaya... No sé si llevare suficiente dinero encima.
- Entonces podemos solucionarlo de otra manera, pero no vaya a decirlo por ahí.
- Descuide señor.
Si contener más la sonrisa por el pequeño momento transcurrido, en vistas de tranquilizar a Amelia, Samuel la cogió por las caderas, la levanto y de una sola envestida se introdujo dentro de ella. Al sentirse nuevamente en su interior broto de su pecho un gruñido de satisfacción mientras que Amelia agacho la cabeza para morderle un hombro y ahogar un grito de placer.
- Dios mío... es mejor de lo que recordaba...
- Por favor no te detengas, hazme tuya de nuevo.
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