Bienvenidos a mi mundo...

En este Blog encontrareis un pequeño relato erotico, que estoy haciendo en mis ratos libres llamado Las Redes del Amor...

La idea empezó siendo una fantasia, y al observar las reacciones de mis lectoras, gracias chicas, continue con la historia de Samuel y Amelia.

Espero que os guste tanto como a ellas...

Nos vemos, Reina Negra...

Las Redes del Amor...



No me puedo creer que esté haciendo esto……..

Quedar con alguien que no he visto ni en foto. Porque haría caso a Rosa y me metería en ese chat.

Ese pensamiento rondaba la cabeza de Amelia desde que se sentó a esperar a su cita a ciegas. Todo había empezado una tarde hablando con su amiga Rosa, que había encontrado a un buen chico en un chat en los que se “liga”.

Estaba tan absorta en sus pensamientos que no le vio acercarse hasta que estuvo a su lado. El hola que le dijo la sobresalto, era una voz grave profunda y que de repente la izo imaginarse en un habitación a oscuras, y escuchando esa voz a su espalda rozando su oído.

Tuvo que parpadear dos veces para quitarse esa imagen de la cabeza. Cuando alzo la vista descubrió unas piernas enfundadas en unos pantalones de seda hechos a medida, continuaba con una camisa negra ajustada la cual tenía sueltos los dos primeros botones dejando al descubierto el inicio de un bello que llamaba a ser tocado.

Cuando llego a su cara, esta tenía una sonrisa ladeada enseñando unos dientes perfectos, unos ojos verdes la miraban intensamente y un mechón rebelde se escapaba de su mata de pelo castaña.

- Soy Samuel – estaba diciendo – encantado.

- Hola, soy Amelia – dijo sin poder reprimir una sonrisa.

Durante la comida estuvieron hablando de banalidades, a ninguno de los dos les costaba hablar. Solamente mantenían silencio cuando el camarero se acercaba para retirar el servicio y servir los nuevos platos, y era en esos momentos cuando la tensión que se estaba fraguando desde el primer momento en que los dos se miraron a los ojos se disparaba, haciendo que las manos sudasen, los músculos donde la mirada del otro pasaba se tensasen en respuesta y el calor que estaba creciendo en su interior aumentase como en las fraguas de Vulcano.

Cuando acabaron la comida salieron del restaurante a dar un paseo hasta donde Samuel había aparcado el coche. Mientras caminaban sus cuerpos se rozaban aumentando así la necesidad que estaban desarrollando el uno sobre el otro. Un roce de las manos que invitaba a Amelia a pensar en lo que la provocarían esas manos sobre su cuerpo desnudo.

Al llegar al coche esa tensión era insoportable asique Samuel tomo la iniciativa y la beso. Fue un beso exigente hambriento, denotando la necesidad que tenia por tenerla entre sus brazos. Amelia tardo en dejarse llevar, nunca antes había estado en una situación así, nunca había necesitado a nadie con tanta urgencia. Samuel rompió el beso.

- Te necesito, necesito tocarte, sentir tu piel contra la mía y sentir como tiemblas después del placer que yo te haya provocado.

Amelia al oír estas palabras que salían de su boca pensaba que se desmayaría allí mismo. ¿Cómo un hombre así podía estar interesado en ella?

Las Redes del Amor...1



Llegaron al loft que Samuel tenía en el centro de la ciudad sin que Amelia pudiese pensar en lo que estaba haciendo Samuel la había embrujado, no tenía más explicaciones para que ella actuara así. Las puertas del ascensor privado se abrieron ante ella enseñándola una gran habitación iluminada por un gran ventanal que ocupaba toda la parte delantera.
- Bienvenida a mi casa – le dijo Samuel mientras la rodeaba con los brazos desde atrás y la besaba en el cuello.
- Encantada de que me hayas invitado y de estar aquí – le dijo Amelia a medida que se giraba en sus brazos para capturar su labio inferior incitándolo a que la guiara hacia lo que él la estaba prometiendo con la presión que notaba en su estomago y las palabras dichas en el aparcamiento.
Sin más preámbulos la cogió entre sus brazos y la llevo a la cama. Cayeron los dos juntos mientras se devoraban con un beso ardiente. Samuel soltó su boca para descender por su garganta y empezaba a desabrochar su blusa, descubriendo un sujetador de encaje que en ese momento le pareció horrible ya que ocultaban lo que tantas ganas tenia de probar. La desabrocho la blusa completamente y fue a por el enganche delantero del sujetador liberando sus pechos acogiéndolos entro sus manos para más tarde capturar un pezón entre sus dientes.
Amelia encorvó la espalda para encontrarse con Samuel y que este no la soltase nunca, el placer que estaba sintiendo y el calor húmedo que la estaba provocando entre sus piernas era demasiado placentero para ser real. Con sus manos agarro su cabello mientras él se ocupaba del otro pecho dejándolo tan excitado como el anterior. Subió para capturar su boca en un beso mientras deslizaba sus manos para desabrochar los tejanos que llevaba. Las manos de Amelia entraron en acción buscando la cintura del pantalón sacando la camisa y metiendo sus manos bajo esta, descubriendo el calor que guardaba debajo de ella. Tiro de la camisa hasta que la saco por la cabeza de Samuel obligándole a romper el beso, cuando se deshizo de ella observo su pecho y el bello que se veía por debajo de la camisa. Se incorporo siguiendo la línea de ese bello con un dedo, observando cómo Samuel aguantaba la respiración a medida que ese dedo indiscreto se acercaba al centro de su placer.
Cuando llego al ombligo se detuvo y le lamió un pezón, Samuel gruñó y la empujo contra la cama para continuar él mismo la exploración de su cuerpo. Empezó a besarla el ombligo y continuo bajando hasta los tejanos que estaban a medio camino de ser arrojados al suelo fuera de su alcance. Siguió bajando hasta el muslo derecho de Amelia donde beso el interior y acompaño en su despedida a los tejanos subiendo después por la otra pierna haciendo el mismo recorrido de besos y caricias.
Amelia no podía creer que algo tan suave y tierno como un beso y una caricia la estuviesen provocando tal grado de excitación pero esa era la pura verdad, nunca había estado tan húmeda y preparada para un hombre. Samuel se detuvo en el triangulo maldito que estaba cubierto por mas encaje negro, lo beso por encima de este saboreando con deleite como las caderas de Amelia iban en su busca. Con unas manos diestras cogió la costura de las braguitas y las fue bajando descubriendo poco a poco el secreto mejor guardado de toda mujer.

Las Redes del Amor...2


Cuando las braguitas siguieron el mismo camino que los tejanos Amelia sintió el primer atisbo de vergüenza de la noche y no pudo reprimir cerrar las piernas, Samuel se dio cuenta de ese detalle.
-          - No te preocupes Amelia, iremos a tu ritmo – le decía esto mientras se cernía con su gran cuerpo sobre ella.
Se quedo a escasos centímetros de su boca, esperando a que ella diese el paso y poder darla el placer que tan gustoso quería proporcionarla. Pero esa espera no duro mucho ya que Amelia atrapo su cara entre las manos y lo beso con seguridad dando vía libre a Samuel. Este recorrió con una mano el estomago de Amelia hasta llegar a su monte, donde introdujo un dedo entre sus labios, notando cuan húmeda estaba, y provocando que su estado de excitación aumentase, si eso fuera posible ya no podía aguantar mucho mas.
A este dedo le siguió otro y se introdujeron dentro de ella provocando que si cuerpo se arqueara y exhalase un suspiro de sorpresa. Samuel siguió con su exploración acompañándola con besos por todo su cuerpo, hasta que llego a su objetivo y sustituyó sus dedos por la boca, provocando en Amelia una cadena de sensaciones que pronto se liberarían. Continúo la labor de los dedos con su lengua, dientes y labios, jugando  con ella agarrando su clítoris entre los dientes, introduciendo la lengua en su interior…hasta que Amelia rompió en una ola de placer tan grande que se aferro a las sabanas gritando de placer.
Cuando su respiración y vista volvieron a la normalidad le descubrió observándola con una sonrisa de suficiencia en la cara. Amelia se levanto y lo empujo hacia la cama.
-          Ahora me toca a mí.
Empezó besándolo con dulzura, continuo mordiendo esa mandíbula que tan loca la estaba volviendo loca, mordisqueo su fuerte cuello, lamiendo sus pezones y descendiendo por su estomago siguiendo la línea de bello que desaparecía bajo sus pantalones. Con las manos estaba liberando su masculinidad a medida que bajaba por su cuerpo.
Cuando lo libero  su peso muerto cayó sobre su mano, masajeándolo con suavidad provocando que las caderas de Samuel cobraran vida y acompasaran sus movimientos. Cuando su boca llego a esa zona le oyó aguantar la respiración, esperando el siguiente paso que daría ella. Recorrió su miembro con la lengua desde su inicio hasta llegar a la punta lubricada por la lágrima de su deseo, lamiéndola se introdujo su miembro en la boca. Le dio placer con la boca y con una mano mientras la mano libre le acariciaba los testículos.
Samuel la paro momentos antes de correrse no quería hacerlo en su boca, no la primera vez que estuviesen juntos. Con un movimiento rápido había cambiado las posiciones ahora el controlaba la situación nuevamente, deshaciéndose también de sus pantalones. No pudo esperar ni ser delicado para entrar en ella, de una embestida se introdujo completamente arrancándole un gruñido y a ella un grito por la invasión que estaba sintiendo. Cuando estaba en su interior empezó a salir lentamente, sus movimientos eran lentos para alargar el momento, y esperar para que ella recuperase de su anterior clímax. Pero este movimiento duró poco, acelero el movimiento, las embestidas eran cada vez más fuertes y profundas buscando su placer pero también el de ella.

Las Redes del Amor...3


Los dos se encontraban en un estado de locura tal que no podían parar hasta que toda la tensión que llevaban dentro fuese liberada aunque acabasen agotados. El sudor les resbalaba por sus cuerpos, los movimientos se coordinaron, sus respiraciones se acompasaron y los dos llegaron al clímax, fundidos en un beso que amortiguo sus gritos de pasión.

Amelia aun tenia la respiración acelerada del rato de pasión que Samuel la había regalado. Notaba su cuerpo aprisionando el suyo contra la sedosa suavidad de las sabanas, sus manos recorrían la espalda de Samuel siguiendo sus músculos perfectos a medida que subían y bajaban al ritmo de su respiración. Se giro para encontrar su cuello y besarle sin reprimir una sonrisa de felicidad y satisfacción.
Samuel se giro para mirarla a los ojos mientras se erguía sobre sus antebrazos, y la regala una sonrisa torcida que la dejo sin respiración. Despacio, muy lentamente, aproximo sus labios a los de Amelia rozándolos y deleitándose de su sabor y suavidad, eran dulces como todo en ella.
-          Hola – la dijo mientras la miraba
-       Hola – le contesto mientras se escondía en su pecho. Y notaba que el se estremecía por retener una sonrisa.
-       No te escondas por favor. Si haces eso será igual que si rechazaras lo que acaba de ocurrir entre nosotros
Amelia salió de su escondite sorprendida de que el sintiese algún tipo de duda sobre su reacción. No era porque se arrepintiese sino que era simple timidez, de verse envuelta en sus brazos, notar que aun seguía dentro de ella, de que en ese momento se sentía la mujer más feliz del mundo a pesar de que solo lo conocía de apenas unas horas. Intento decírselo, pero las palabras se negaron a salir de si garganta, por lo que le demostró lo equivocado que estaba con sus actos.
Volviéndose valiente fue al encuentro de sus labios, sin miedo retirando sus inseguridades, demostrándole así con sus besos que no se arrepentía de nada. Su beso no empezó con ternura sino con una mezcla entre dulce y picara, las dos facetas que mas habían cautivado a Samuel de ella.
Dulce por si inseguridad y miedos y picara por su inhibición cuando llegaba el momento y la manera en que había sido capaz de cautivarlo como nunca nadie lo había logrado. Amelia rompió el beso para descender por su cuello hasta la clavícula, besándole y lamiendo su sudor y con sus manos, invitándole a que se tumbara en la cama, dejándola a ella el control. Samuel se rindió con facilidad deseaba ver de que era capaz de hacerle Amelia, con su pequeño cuerpo comparado con el de él.

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En esta posición Amelia se dio cuenta de la gran ventaja que tenia, nunca antes se había atrevido tanto con cualquiera de sus otros amantes, siempre se dejaba llevar, nunca tomo la iniciativa. Pero con Samuel era distinto, su cuerpo le pedía cosas que nunca se hubiese imaginado.
Quería saborear toda su piel, recubierta por el brillo perlado del sudor que sus cuerpos habían generado en el fulgor de la pasión. Siguió con los ojos una gota que empezada en su cuello y se deslizaba hacia su pecho, con una sonrisa de lujuria miro a Samuel a los ojos y fue descendiendo para capturar esa gota que jugaba sobre su piel. Él la miraba esperando su siguiente movimiento y cuando noto su lengua jugando en su cuello y bajando hacia su pecho cerró los ojos, suspiro y se limito a quedarse quieto y dejarse llevar por lo que Amelia tenía preparado para él.
La lengua de Amelia regreso a la mandíbula y labios de Samuel por el otro lado del cuello, saboreando el sabor del hombre que estaba ahora a su disposición. Sin creerse aun lo que acababan de hacer Amelia se dejo llevar. Llego a los labios del hombre, pero al notar que el levantaba la cabeza para que sus labios se encontrasen ella se retiro lo justo para que no se rozasen esbozando una sonrisa al oír el gruñido que salió de la garganta de Samuel.
Enmarco esa cara dura y fuerte con sus manos, mirando los ojos más dulces que había mirado nunca, de un verde profundo que invitaba a perderse en lo que una sonrisa torcida insinuaba, el más puro y salvaje placer. Sin pensarlo más Amelia junto su boca a la suya, provocando que su cuerpo entrase en llamas al sentir de nuevo esos labios y la ferocidad con que la reclamaban.
Estaba en mitad de un beso abrasador cuando se noto volar literalmente. Cuando abrió los ojos descubrió que no volaba, al menos literalmente, sino que estaba siendo llevaba por un par de musculosos brazos a lo largo de la habitación.
-          ¿A dónde vamos? Pregunto intrigada pero con acento pícaro, mientras acariciaba con un dedo el pecho de Samuel.
-          Ahora enseguida lo sabrás – le dijo dándola un beso en la nariz -, solo te puedo asegurar que veras las estrellas...
Y con esta promesa Samuel siguió andando con Amelia en brazos, ¿hacia dónde? Solo la cabeza de Samuel tenía la respuesta y que dentro de poco Amelia descubrirá.
Iban pasando de habitación en habitación, y los ojos y cabeza de Amelia no paraban de observar y evaluar lo que la iba a ocurrir. Cuando llegaron al salón Amelia no pudo evitar un estremecimiento al pensar que la poseería en el sofá salvajemente, pero su sorpresa fue verlo pasar delante del sofá si vacilar hacia la zona de las puertas acristaladas, que conducían a la terraza.
-            Tranquilízate, no tengas miedo confía en mí – la dijo Samuel cuando noto que se puso tensa por lo que iba a pasar.
-          ¿Cómo quieres que me tranquilice?, no iras a hacer lo que yo creo ¿no?

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Samuel se detuvo con una mano en el trasero de Amelia y otra sujetando el pomo de la puerta.
-          ¿De verdad quieres que me pare ahora?
-          Si...- respondió escondiéndose en el hueco de su cuello.
-          Mírame, mírame a los ojos Amelia y dímelo, dime claramente no quiero seguir.
Amelia negó con la cabeza, “como era capaz de ponerla en esta situación”, “lo odio”...pero ese pensamiento se desvaneció cuando levanto la cabeza dispuesta a enfrentarse a Samuel, y dejarle claras unas cuantas cosas. La estaba mirando con ternura y preocupación, no estaba preparada para lo que vio.
-          Samuel... – empezó, “¿pero cómo seguir?, ¿qué decirle, si en el fondo deseaba descubrir lo que la tenía preparada? – Samuel, no sé qué decirte...
-          Hagamos un trato, - le dijo mientras sonreía – si no quieres que sigamos, simplemente apártame de ti, pero si quieres continuar, demuéstramelo.
-          Eres un.... – le dijo mirándole con el ceño fruncido pero con una sonrisa en la boca.
-          Y te encanta – contesto soltando una carcajada, que pronto ahogo, cuando sintió su mano apretando su miembro.
-          Y veo que a ti eso...
-          Estas jugando con fuego pequeña, si no quieres quemarte es mejor que pares.
-          Ya tengo el agua preparada para el incendio, ¿me ayudaras a extinguirlo?
Sin decir nada más Samuel poseyó su boca ferozmente, sin darles tiempo a ninguno de los dos a pensar en otra cosa que no fuera el placer mutuo. Abrió las puertas sin despegar sus labios y dirigiéndose a la mecedora que se había comprado como capricho. Se sentó con cuidado para no hacerla daño.
-          Creo que al final he encontrado una utilidad a esta mecedora – dijo con una de sus sonrisas.
-          Ah ¿sí, y cuál es esa utilidad?
-          Para disfrutarla al máximo señorita deberá pagar su pasaje.
-          Vaya... No sé si llevare suficiente dinero encima.
-          Entonces podemos solucionarlo de otra manera, pero no vaya a decirlo por ahí.
-          Descuide señor.
Si contener más la sonrisa por el pequeño momento transcurrido, en vistas de tranquilizar a Amelia, Samuel la cogió por las caderas, la levanto y de una sola envestida se introdujo dentro de ella. Al sentirse nuevamente en su interior broto de su pecho un gruñido de satisfacción mientras que Amelia agacho la cabeza para morderle un hombro y ahogar un grito de placer.
-          Dios mío... es mejor de lo que recordaba...
-          Por favor no te detengas, hazme tuya de nuevo.

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Esas palabras fueron ordenes para Samuel que utilizando su propio impulso más el balanceo de la mecedora doblaba la intensidad y velocidad de su acometidas dentro del cuerpo de Amelia. Ella solo pudo dejarse llevar era demasiadas las sensaciones que sentía, el cuerpo de Samuel bajo el suyo, fuerte y tenso por el ejercicio, su miembro entrar y salir de su cuerpo, sus manos una rodeándole una nalga mientras que la otra se encargaba de su clítoris, robándole con cada movimiento suspiros de placer, y finalmente su boca jugando con un pezón inhiesto por el deseo. Cuando noto que estaba a punto de llegar a su propia perdición Amelia agarro aquellos cabellos oscuros y tiro de ellos para atrás y se apodero de la boca que tanto placer la había dado momentos antes.
Y así alcanzaron los dos juntos el clímax, envueltos por el sonido nocturno de una ciudad ajena a lo que acaba de ocurrir en esa terraza donde dos cuerpos desnudos estaban siendo asaltados por los últimos resortes de un momento de pasión.
Amelia nunca había hecho nada remotamente parecido en sus 25 años de edad, a lo que había hecho en tan solo un día, ni eso tan siquiera que solo eran horas.

Al sentir de nuevo el frio aire de la noche Amelia se estremeció y busco cobijo en el abrazo de Samuel.
-          Deberíamos entrar, empiezas a notar el frio - Se levantaron con esfuerzo, y cuando Amelia se tambaleo Samuel la cogió en brazos – así creo que mejor ¿no?
-          Se me ha dormido la pierna, ahora están las hormiguitas haciendo su trabajo – dijo sin reprimir la sonrisa por el corretear que notaba en la pierna.
-          Ya estamos dentro, ¿puedes caminar?
-          Sí, creo que sí.
-          Voy a la cocina a por un vaso de agua ahora enseguida nos vemos – le dijo dándola un beso en el pelo.
Amelia se dirigía a la habitación, siento por primera vez en toda la noche la sensación de ¿qué voy a hacer ahora, qué hago? Se metió en la cama y se tapo para esperar a Samuel, pero el sueño la venció. Samuel la encontró envuelta en las sabanas que horas antes fueron un estorbo y que ahora cubrían su hermoso cuerpo. Se acomodo a su lado pegando su cuerpo a  espalda y glúteos, nunca se había sentido tan necesitado de contacto como se sentía después de haberla conocido.